16/03/05
Había leído algunos artículos de Juan José Millás en EPS (el pais semanal)
Ahora recuerdo que hace tiempo leí uno que resumía su libro."Hay algo que no es como me dicen. El caso de Nevenka Fernández contra la realidad". Y tanto me gusto el artículo que me quedé con que tenía que comprar el libro... Pero se me olvidó el asunto y no me he vuelto a acordar hasta ahora, que he leído “La vida de Mercedes”. Así es que mira por donde tu artículo de La Vida de Mercedes a algunos nos refresca la memoria y a Juan José Millás le permitirá mejorar su cuenta de resultados.
Bueno, he estado buscando en Internet el artículo de «La Vida de Mercedes, de Juan José Millas» para pasárselo por correo-e a algunos amigos, pero a lo más que he llegado es al web del País en la que por 0.20 me lo podía bajar. Y no es por no pagar, sino por el miedo que me ha dado el imaginarme que me iban a complicar con burocracias (ayer sin ir más lejos solicité información a través de una web en relación a unos cursos de inglés y después de aportar un montón datos y darle a “enviar” recibo esta mañana un correo diciéndome que necesitan mi número de teléfono para poder darme la información que deseo... y he tenido que contestar educadamente que si tengo que dar el teléfono pues ya no la deseo...)
En fin, ya buscaré «La Vida de Mercedes, de Juan José Lucas» más adelante, pero de momento y para que no se me olvide que el artículo estaba simpático aporto un par de guinda:
Una:
Paco regresa al coche y Mercedes le dice:
- Has fumado
-Si, he fumado- confiesa él.
-Bueno, por lo menos no ha puesto la Cope- añade volviéndose hacia mí-. Me cambia la emisora cuando me meto en la guardería porque le encanta empezar el día cabreado.
Paco se ríe. Dice que, en efecto, lo de la Cope es tan pintoresco que le pone la adrenalina a cien.
Paco es actor de teatro, pero la escasez de trabajo y las responsabilidades familiares le han obligado a buscarse la vida en otros ámbitos.
- Paco ha pasado del teatro Albéniz (donde hizo su última representación) a una nave industrial. Imagínate el cambio. Pero se ha metido muy bien en su papel, que para eso es actor: yo le doy el guión todas las mañanas.
y dos:
A las 17.50 nos vamos a la cocina, donde me dice que la ventaja de hacer una sopa es que después, con la carne hago croquetas pues la bechamel me sale muy bien en la Thermomix.
Normar la Thermomix es como pronunciar la contraseña por la que se reconoce una comunidad de iniciados. Todos los que poseemos ese robot de cocina estamos unidos por un vínculo irracional, pero poderosísimo.
Aparte de todo lo anterior he llegado a la página oficial de Juan José Millás y creo que estaría bien buscar tesoros en sus tripas.
En cuerpo y próteis Juan José Millás reúne una selección de artículos, publicados en diversos medios, donde desmonta la superficialidad de la vida cotidiana en el Estado de bienestar y denuncia con humor e imaginación desbordantes tópicos de nuestra cultura. Trastorna, enreda y revuelve el orden establecido de las cosas y demuestra que éste, al menos, no ha conseguido domesticar sus palabras.
En articuentos hay entrada a más de 100 artículos con perlas como esta:
El cerdo
La realidad global está llena de contradicciones. Comprar unos vaqueros, por ejemplo, constituye un acto de explotación a distancia, pues lo más probable es que hayan sido confeccionados en un sótano roto por una anciana que trabaja quince horas diarias a cambio de dos duros. Sin embargo, jamás hubo tantas organizaciones a través de las cuales apadrinar (por dos duros también) a un niño africano que llevará gafas gracias a ti, aunque nunca te vea. Lo difícil es dar con la proporción entre los pantalones que puedes comprar y los niños que debes apadrinar para mantener el equilibrio ecológico del alma. Nunca el mercado de la buena conciencia estuvo tan surtido, pero nunca fue tan difícil saber si es más rentable para la salvación personal teleapadrinar a un preso político o comprar tarjetas de la Unicef. Quizá lo mejor fuera tirar por la calle de en medio y armar un lío como el que vimos en Seattle la semana pasada, aunque ya no tengamos edad.
A veces, compras para tu hijo pequeño un cuento lleno de valores democráticos y cuando llegas a casa te das cuenta de que la manipulación de ese material didáctico se ha llevado a cabo en Taiwan, por un esclavo de seis o siete años. Puedes, para aliviar la culpa, domiciliar en tu banco el tratamiento de un leproso hindú o de un sudanés con escorbuto. Pero no hay quien te quite el sabor amargo, el retrogusto, que diría un enólogo, de educar a tu hijo con libros en cuya encuadernación se ha dejado las yemas de los dedos un niño de su edad. Es imposible dar un paso, en fin, sin perpetrar una miseria o, lo que es peor, sin ejercer la caridad, la pena. Toda esta confusión se resume en un anuncio de prensa que estos días me ha llamado la atención. “Le criamos su cerdo”, dice. Y es verdad, lo crían, lo matan, y te envían sus partes por una mensualidad inferior a la que normalmente daríamos a una ONG. Ese cerdo, al que nunca veremos la cara porque está globalizado, somos nosotros mismos. Habría sido imposible hallar una metáfora mejor del mundo. Amamos a distancia, matamos a distancia, y nos devoramos unos a otros a través del mercado global. Hemos vuelto al canibalismo sin haber llegado a salir de él. ¿Qué hacer?