JuanRamon: cuentosparapensar ...

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Lo leí en el viaje a Madrid del puente de la Inmaculada de 2004.
Si vas en Altaria en lugar de en el Ave tardas 3,5 horas en lugar de 2,5 horas: ganas tiempo para leer y con lo que te ahorras en el Ave te puedes comprar un libro. Todo ventajas. Yo aproveche estas ventajas para leer “Cuentos Para Pensar”, de Jorge Bucay.

Cuentos para pensar

En la contraportada del libro leemos esté cuento de la sabiduría sufí:

El maestro sufí contaba siempre una parábola al finalizar cada clase, pero los alumnos no siempre entendían el sentido de la misma...
-Maestro -lo encaró uno de ellos más tarde-. Tú nos cuentas los cuentos, pero no nos explicas su significado...
-Pido perdón por eso -se disculpó el maestro-. Permíteme que en señal de reparación te invite a un rico melocotón.
-Gracias, maestro -respondió halagado el discípulo.
-Quisiera, para agasajarte, pelar tu melocotón yo mismo. ¿Me lo permites?
-Sí, muchas gracias -dijo el alumno.
-¿Te gustaría que, ya que tengo en mi mano el cuchillo, te lo corte en trozos para que sea más fácil comerlo?
-Me encantaría... Pero no quisiera abusar de tu generosidad, maestro...
-No es abuso si yo te lo ofrezco. Sólo deseo complacerte... Permíteme también que lo mastique antes de dártelo...
-No, maestro. ¡No me gustaría que hicieras eso! -se quejó sorprendido el discípulo.
El maestro hizo una pausa.
-Si yo os explicara el sentido de cada cuento, sería como daros a comer una fruta masticada.


Hay en el libro unos 30 cuentos muy buenos casi todos. Pero lo mejor, sin duda, es la introducción del libro (que como tantas otras cosas se puede uno encontrar en Internet). La he encontrado y la coloco aquí:

Las tres verdades


Todos los que hemos vivido buscando la verdad, nos hemos encontrado en el camino, con muchas ideas que nos sedujeron y habitaron en nosotros con la fuerza suficiente como para condicionar nuestro sistema de creencias.
Sin embargo, pasado un tiempo, muchas de las verdades terminaban siendo descartadas porque no soportaban nuestros cuestionamientos internos, o porque una “nueva verdad”, incompatible con aquellas, competía en nosotros por los mismos espacios, o simplemente, porque estas verdades dejaban de serlo.
En cualquier caso, aquellos conceptos que habíamos tenido como referentes dejaban de ser tales y nos encontrábamos, de pronto, a la deriva. Dueños del timón de nuestro barco y conscientes de nuestras posibilidades, pero incapaces de trazar un rumbo confiable.
Mientras escribo esto, recuerdo de pronto El principito de Antoine de Saint-Exupery
«...En sus viajes por los pequeños planetas de su galaxia se encontró con un geógrafo que anotaba, en un gran libro de registro: montañas, ríos y estrellas.
El Principito quiso registrar su flor (aquella que había dejado en su planeta), pero el geógrafo le dijo:
- No registramos flores, porque no se puede tomar como referencia a las cosas efímeras -.
Y el geógrafo le explico al Principito que efímero quiere decir amenazado de pronta desaparición.
Cuando el Principito escucho esto, se entristeció mucho. Se había dado cuenta de que su rosa era efímera....»
Y entonces me pregunto, por un lado: ¿Existirán las verdades sólidas como rocas e imperturbables como accidentes geográficos?, ¿o será la verdad solo un concepto que lleva en si mismo la esencia de lo transitorio y frágil de las flores?. Y por otro lado, desde una perspectiva macrocósmica:
¿Es que acaso las montañas, los ríos y las estrellas no están también amenazados de pronta desaparición?.
¿Cuanto es “pronto” comparado con “siempre”?.
¿No son, desde esta mirada, las montañas también efímeras?....
Creo que lo que me gustaría hoy es intentar escribir sobre algunas ideas-montaña, ideas-rió, ideas-estrella con las que me fui cruzando en mi camino.
Algunas verdades que seguramente son cuestionables para otros y lo serán también para mi, algún día. Pero hoy contienen, me parece, la solidez y la confiabilidad que da la indiscutible mirada del sentido común.
I.- El primero de estos pensamientos confiables forma parte inseparable de la filosofía guestáltica y es la idea de saber que


Lo que es, es. (primera verdad)


(Escribo esto y pienso en la defraudación de quien me lee: "¡Lo que es, es!".... ¿esa es la verdad?)
El concepto, no por obvio menos ignorado, contiene en si mismo tres implicaciones que me parece significativo remarcar: Saber que “lo que es, es” implica la aceptación de que los hechos, las cosas, las situaciones son como son.
La realidad no es como a mí me convendría que fuese.
No es como debería ser.
No es como me dijeron que iba a ser.
No es como fue.
No es como será mañana.
La realidad de mi afuera es como es.
Pacientes y alumnos que me escuchan repetir este concepto se empeñan en ver en el un dejo de resignación, de postura lapidaria, de bajar la guardia.
Me parece útil recordar que el cambio solo puede producirse cuando somos conscientes de la situación presente. ¿Como podríamos diagramar nuestra ruta a Nueva York sin saber en que punto del universo nos hallamos?
Solo puedo empezar mi camino desde mi punto de partida, y esto es aceptar que las cosas son como son.
La segunda derivación, directamente relacionada con esta idea es que


yo soy quien soy.


Otra vez
Yo no soy el que quisiera ser.
No soy el que debería ser.
No soy el que mi mama quería que yo fuese.
Ni siquiera soy el que fui. Yo soy quien soy.
De paso, para mi, toda nuestra patología psicológica proviene de negar esta frase.
Todas nuestras neurosis empiezan cuando tratamos de ser los que no somos. En «Recuentos para Demián» escribí sobre el autorrechazo:


... Todo empezó aquel día gris en que dejaste de decir orgulloso YO SOY...Y entre avergonzado y temeroso bajaste la cabeza y cambiaste tus dichos y actitudes por un terrible pensamiento: YO DEBERÍA SER...
... Y si es difícil aceptar que yo soy quien soy cuanto mas difícil nos es, a veces, aceptar la tercera derivación de “Lo que es, es”:


Tú... eres quien eres.


Es decir:
Tú no eres quien yo necesito que seas
Tú no eres el que fuiste
Tú no eres como a mi me conviene
Tú no eres como yo quiero
Tú eres como eres
Aceptar eso es respetarte y no pedirte que cambies.


Hace poco empecé a definir el verdadero amor como la desinteresada tarea de crear espacio para que el otro sea quien es.
Esta primera “verdad” es el principio (en sus dos sentidos, de primero y primordial) de toda relación adulta.
Se materializa cuando yo te acepto como tú eres y percibo que tú también me aceptas como yo soy.


La segunda verdad que creo imprescindible la tomo de la sabiduría sufí:


Nada que sea bueno es gratis (segunda verdad).


Y de aquí se derivan para mí, por lo menos dos ideas.


La primera: si deseo algo que es bueno para mí, debería saber que voy a pagar un precio por ello. Por supuesto, ese pago no siempre es en dinero (¡si fuera solo dinero sería tan fácil!). Este precio es a veces alto y otras muy pequeño, pero siempre existe. Porque nada que sea bueno, es gratis.


La segunda: darme cuenta de que si algo recibo de fuera, si algo bueno me está pasando, si vivo situaciones de placer y de goce es porque me las he ganado; he pagado por ellas, me las merezco.


(Sólo para alertar a los pesimistas y desalentar a los aprovechadores quiero aclarar que los pagos son siempre por anticipado; aquello bueno que vivo ya lo pagué, no hay cuotas posteriores!).


Algunos de los que me escuchan decir esto preguntan:
¿ Y lo malo?
¿No es cierto que tampoco lo malo es gratis?
¿Si algo malo me pasa no es también por algo que hice, …. porque de alguna forma me lo merezco?
Quizás sea cierto. Sin embargo estoy hablando de verdades para mí incuestionables, sin excepciones, universales. Y para mí, esta aseveración “me merezco todo lo que me pasa incluido lo malo” no es necesariamente cierta.
¡Puedo asegurar que conozco a algunas personas a las que les han acontecido hechos desgraciados y dolorosos que sin ninguna duda, no merecían!!!
Incorporar esta verdad (Nada que sea bueno es gratis), es abandonar para siempre la idea infantil de que alguien debe darme algo porque sí, porque yo lo quiero. Que la vida tiene que procurarme lo que deseo “por mi solo desearlo”, de pura suerte, mágicamente.


Y la tercera idea que creo que es un punto de referencia podría enunciarla de la siguiente manera.
Es cierto que nadie puede hacer todo lo que quiere, pero cualquiera puede NO hacer NUNCA lo que NO quiere.


Me repito:


Cualquiera puede no hacer nunca lo que no quiere (tercera verdad).


Incorporar este concepto como una referencia real, esto es, vivir coherentemente con esta idea, no es fácil, y sobre todo, no es gratis.
(Nada que sea bueno lo es, y esto es bueno).
Estoy diciendo que si soy un adulto nadie puede obligarme a hacer lo que no quiero hacer. Lo máximo que puede pasarme en todo caso, es que el precio sea mi vida. (No es que yo minimice este costo, pero sigo pensando que es diferente creer que no puedo hacerlo, a saber que hacerlo me costaría la vida).
Sin embargo en lo cotidiano, en el pasar de todos los días, los precios son muchos más bajos. En general, lo único que es necesario, es incorporar la capacidad de renunciar a que algunos de los otros me aprueben, me aplaudan, me quieran. (El costo, como me gusta decirlo a mí, es que, cuando uno se anima a decir NO, empieza a conocer algunos aspectos desconocidos de sus amigos: la nuca, la espalda y todas esas partes que se ven sólo cuando el otro se va).


Estas tres verdades son para mí, ideas-montaña, ideas-río, ideas-estrella.


Verdades que continúan siendo ciertas a través del tiempo y de las circunstancias.


Conceptos que no son relativos a determinados momentos, sino a todos y cada uno de los instantes que, sumados, solemos llamar nuestra vida.


Verdades-Montaña …. Para poder construir nuestra casa sobre una base sólida.


Verdades-Río…. Para poder calmar nuestra sed y para navegar sobre ellas en la búsqueda de nuevos horizontes.


Verdades-Estrella…. Para poder servirnos de guía, aún en la más oscura de nuestras noches……


 
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