Cosas que damos por hecho
Saben una cosa? Yo, desde que le volaron un lado al Pentágono y se volvió cuadrado como un parchís, ya no me fío ni de mi madre. Y es que da que pensar: mira que si todas las «grandes verdades» que nos han contado desde siempre van a ser mentira... Claro, ¡si es que me tenía que haber dado cuenta cuando, a los 13 años, no me quedé ciego a pesar de lo que decían los curas!
Ahora me lo cuestiono todo.
Por ejemplo: que el hombre ha estado en la Luna.
¡Ja! ¡Eso fue un montaje de los americanos! Vamos a ver, piensen un poco: cuando Colón vino de América trajo... pues lo que había que traer: tabaco, chocolate, patatas... ¿Y qué trajeron estos? ¡Cuatro piedras que las puedes encontrar en cualquier obra! ¡Bah! Además, cuando llegaron a la Luna había luz... Y todo el mundo sabe ¡que la Luna sólo sale de noche!
Hay que ver la cantidad de cosas que damos por hecho sin cuestionárnoslas: que la zanahoria es buena para la vista... que «abanibí, aboebé» quiere decir «te quiero amor»... que si tuerces los ojos y te da un aire, te quedas bizco... ¡Buah! O eso de que si te adelantas cinco minutos el reloj, llegas puntual... ¡coñ*, para eso te lo tendría que adelantar otra persona a escondidas!
Otra cosa que nos hemos tragado sin rechistar: que los números son infinitos. ¡Pues el uno es muy finito...! Además, ¿cómo lo saben? ¿Es que tienen a un tío dedicado durante toda su vida a contar y a contar...? Pues, como mucho, podrá decir que «los números son infinitos... por ahora».
Es como eso de que «sólo usamos el diez por ciento de nuestro cerebro». Pero, vamos a ver: si nadie usa más del diez por ciento, ¿cómo sabemos que hay más?
Yo entiendo que haya cosas que demos por hechas... por pereza. Pero hay otras cosas muy fáciles de demostrar, y nadie se molesta. Como... ¡que la mier** sabe mal! El único que se molestó en comprobado es el que extendió el bulo. ¿Y cómo sabemos que no lo hizo para comérselas todas él?
Otra cosa que damos por hecha es que los loros hablan.
Pues yo me compré un loro y... hablaba tanto como un paquete de Maizena. Y me dijeron:
No, es que le tienes que dedicar tiempo.
Y yo todo el día con el loro:
Lorito guapo, lorito guapo...
Y, claro, mi novia...
Le didicas más tiempo al loro que a mí.
Claro, cariño, pero es que tú ya hablas....
A mí ya no me venden más burras. Yo lo compruebo todo. ¿eh?
¡La luz de la nevera! Todo el mundo da por hecho que cuando cierras la puerta de la nevera se apaga la luz. Pero es imposible comprobarlo...
¿ Qué haces? ¿Metes al loro para que te lo cuente? Te va a dar lo mismo, porque como no habla...
Pero si hay alguien del que no dudamos, es del médico. Tú vas al médico y le cuentas tu drama con las hemorroides con total confianza. ¿Pero cómo sabes que ese tío es el médico? ¿Porque lleva bata blanca? ¿Y quién te dice a ti que no es el del anuncio del Calgón..... y que te va a prolongar la vida de la almorrana...?
¡Anda ya! Si existiera... ¡se sabría!
En fin, y ahora en serio, yo ya no creo ni en lo más sagrado. Sí, sí, porque... ¿cómo sabemos que las cenizas que nos dan después de un entierro son las de nuestro muerto? Es más: ¿cómo sabemos que realmente los incineran? Porque allí entra el ataúd por una cinta, como la de las maletas del aeropuerto. ¿Quién te dice que tu abuelo no está en Sidney y tú tienes en casa a un canguro incinerado?
Que hablando de incinerar... cuando pides una bombona de butano, tú das por hecho que la bombona viene llena, pero...luego, unas se acaban antes que otras. ¿Y por qué nos fiamos? ¿Porque el butanero llega jadeando?
¡Ah, vale, viene llena!
Pero hombre...¡por Dios! ¡Que es un profesional! ¡Está fingiendo! ¿O tú te crees todos los jadeos que oyes?
Yo, antes sí. Pero esto de dudar de todo me está empezando a traer problemas. Porque antes yo daba por hecho que mi mujer disfrutaba en la cama. Pero ahora... ya no me fío... Estoy atento a todos los detalles. He oído en la radio que cuando una mujer disfruta, los dedos de los pies se le estiran y se le abren en abanico, como a las ranas. Pero, claro, esto en plena faena, es muy difícil de ver, así que yo le voy a poner a mi mujer unos cascabeles en los dedos. ¡Y como no suenen... me va tener que explicar por qué coño grita tanto!