Reflexiona por un instante sobre la forma en que manejas tu vida habitualmente. Si lo haces con honestidad, te darás cuenta de que muchos de tus comportamientos y reacciones frente a los problemas están sucediendo de una manera automática. Si ante una circunstancia o un estímulo determinado reaccionas de manera predecible, con una respuesta emocional impulsiva dictada por tu código genético, deberás concluir que estás funcionando con el «piloto automático». Y lo único que puedes consiguir de este modo es perderte un increíble potencial de mejora que conseguirías si decidieras tomar los mandos de tu vida.
No permitas que esto te suceda. Si tienes la sensación de que tu vida sigue su curso en “piloto automático”, decide ahora mismo tomar el control. No dejes que esas reacciones automáticas arruinen lo que de otro modo podrían ser experiencias y oportunidades de mejora.
Los seres humanos nos diferenciarnos del resto de los animales en que no hemos nacido para simplemente reaccionar ante lo que nos sucede, sino que hemos sido diseñados con capacidad para actuar sobre lo que nos sucede. Esto quiere decir que entre lo que te sucede y tu respuesta siempre hay un margen de maniobra; en medio siempre ha de estar tu capacidad para cambiar esa respuesta de una manera positiva.
Empieza a vivir la vida siendo consciente de que posees la capacidad de responder de mil maneras diferentes ante cualquier situación. No tienes porque ofrecer ante las situaciones que la vida te va presentando solo la respuesta “programada” de tu piloto automático. Conviértete de una vez por todas en el director de tus conductas y reacciones.
Tal vez una formula que ayude a ajustarse a este nuevo enfoque sea adoptar una actitud mental positiva y asumir esta perspectiva: en la vida no hay problemas, solo situaciones nuevas que afrontar y resolver y, en consecuencia, oportunidades para el aprendizaje, el desarrollo y el crecimiento.
La vida está formada en un 10% por lo que me sucede y en el 90% por cómo reacciono ante lo que me sucede.
Basta con verlo desde esta perspectiva, basta con empezar a considerar que la vivir es estar permanentemente sometidos a cambios en nuestro marco de referencia y dejar de utilizar la palabra problema para que esté resuelto el 50% del trabajo.
Un sabio filósofo comentaba una vez que el único obstáculo a vencer de un águila, para volar con mayor velocidad y mayor facilidad, era el aire. Sin embargo, si el aire le fuera quitado y la orgullosa ave tuviera que volar en el vacío, caería instantáneamente, imposibilitada totalmente para volar. Los mismos elementos que ofrecen resistencia al vuelo son al mismo tiempo la condición indispensable para el vuelo.
El principal obstáculo que un autobote tiene que superar es el agua contra el propulsor. Sin embargo, si no fuera por la misma resistencia, el bote no se movería en absoluto.
La misma ley, de que los obstáculos son condiciones para el éxito, se aplica a la vida humana. Una vida libre de todos los obstáculos y dificultades, reduciría todas sus posibilidades y poderes a cero. Elimine los problemas, y la vida perderá su tensión creativa.
En el sur, cuando el algodón era el «rey», el gorgojo pasó de México a los Estados Unidos, y destruyó los sembrados de algodón. Los granjeros se vieron obligados a cultivar otras variedades de productos tales como soya y maní. Aprendieron a usar sus tierras para criar ganado, cerdos y pollos. Como resultado, muchos más granjeros llegaron a ser prósperos que en los días cuando el único cultivo era el algodón.
El pueblo de Enterprise, Alabama, estaba tan agradecido por lo que había ocurrido, que en 1910 erigieron un monumento al gorgojo. Cuando cambiaron del sistema de cultivo único a cultivo diversificado, se hicieron más ricos. La inscripción en el monumento dice: «Con profundo aprecio al gorgojo y lo que hizo para proclamar la prosperidad». Una vez más queda demostrado que los problemas son oportunidades para el crecimiento y para la mejora.
¿Por qué los triunfadores superaron los problemas, mientras miles de personas se sienten abrumadas por ellos? Porque rehusaron a asirse de las excusas comunes para el fracaso. Transformaron los grandes escollos en pequeñas piedras sobre las cuales pisar para cruzar los ríos. Se dieron cuenta de que no podían determinar todas las circunstancias de la vida, pero podían determinar qué actitudes escoger frente a cada circunstancia.
A lo largo de toda la vida, los seres humanos tendemos a querer librarnos de los problemas y responsabilidades. Cuando surja esa tentación, recuerde al joven que preguntó a un viejo solitario: «¿Cuál es la carga más pesada de la vida?» El viejo le respondió tristemente: «No tener nada que cargar».