Impresionado, el sabio salió del infierno y subió al cielo.
Con gran asombro, vio que también en el cielo había una mesa llena de comensales y con iguales manjares. También aquí tenían que comer con palillos; también aquí eran tan largos como un remo. Pero aquí, sin embargo, nadie tenía la cara desencajada; todos los presentes lucían un semblante alegre; respiraban salud y bienestar por los cuatro costados.
Y es que, a diferencia de lo que vio en el infierno, en el cielo, cada cual se preocupaba de alimentar con los largos palillos al que tenía enfrente.