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Economía

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Mi experiencia personal como emprendedor en biotecnología

Enviado el martes, 13 de junio de 2006 4:58

Mi experiencia como emprendedor en biotecnología comenzó en una noche de verano en Manhattan, en la soledad del apartamento 1313 del piso 13 de un edificio de arenisca roja. Impermeable a semejante augurio de dolor futuro, me di cuenta de que en mí se combinaban tres serios problemas que me impedían dedicarme a la honrosa carrera funcionarial. Uno, se me ocurrían proyectos e ideas constantemente, y además quería hacerlos realidad. Dos, era genéticamente incapaz de soportar a un jefe. Tres, quería curar enfermedades terribles, mejorar el mundo, y quería hacerlo creando algo estable que creciese y que un día fuese independiente de mí.

En aquel momento de mi vida decidí que la iniciativa privada era la que me permitiría desarrollarme profesionalmente, y puesto que tenía prisa por empezar y nula experiencia en el sector privado, me puse a mí mismo en el mercado y le di el “yes, I do” a la mejor oferta que tuve. Trabajé buscando posibles fármacos activos en el sistema cardiovascular, en un proyecto bien financiado pero mal dirigido. La empresa se hundió, quiero pensar que no fue culpa mía, que diría mi admirado Borges. Pero yo aprendí varias lecciones importantes. Primero: escoge muy bien el proyecto y a tus compañeros de viaje, crear una empresa es como el matrimonio, el principio es siempre dulce, pero el infierno puede llegar muy fácilmente si no hay compatibilidad. El proyecto debe entusiasmarte, elevar tus aspiraciones, motivarte sin reservas. Es imprescindible que tus socios sientan lo mismo que tú, y que su nivel de riesgo en el proyecto sea equivalente al tuyo (recuerda que un socio financiero mayoritario podrá llevarse el dinero cómo y cuando quiera). Finalmente, el equipo directivo es esencial, además de buena química entre todos, debe haber complementariedad en la formación de cada uno, su visión y sus capacidades. Segundo: haz el mejor plan de empresa posible, estudia el mercado, usa siempre números reales y huye de las proyecciones a más de cinco años, busca clientes futuros, visítalos, habla con ellos; y sobre todo ponte siempre en los peores supuestos. Aclara todas las dudas, pregunta a expertos, lee muchos informes y artículos. Tercero: calcula cuánta financiación necesitarás en el peor de los casos, y luego multiplícala por 1.5. Es esencial que en tu equipo cuentes con alguien que ya tenga un buen bagaje financiero y fiscal, que sepa la diferencia entre un leasing y un lease back, por ejemplo. Esta persona te centrará en tus momentos de euforia, y te propondrá soluciones y salidas en los momentos oscuros. El plan de tesorería también es esencial, debes saber en qué te gastarás el dinero, cuánto y cuándo, y debes ser extremadamente respetuoso con este plan. Cuarto: hay que ser inasequible al desaliento; el fracaso de un proyecto no es más que la oportunidad para hacerlo mejor la próxima vez.

Algo que poca gente ve al principio es la necesidad de conciliar la vida personal y la laboral. Si se desequilibra, el emprendedor ya no rinde al 100%. En mi caso, mi familia siempre estuvo a mi lado, comprendiendo mis pasiones y a veces participando de ellas. También es muy importante el tener una fe inquebrantable en uno mismo, porque te encontrarás con mucha gente (la suegra, el director de tesis o la señora de la limpieza son excelentes ejemplos) que, en su infinita sabiduría, pretenderán saber qué es lo mejor para ti mismo. Te dirán que tienes demasiados pájaros en la cabeza, o que esto es España y no California, etc. Incluso existe un cierto fenotipo de conocido que, cual ave carroñera, espera en su percha a que tus proyectos se hundan, para soltar el proverbial “ya te lo había dicho yo”. Es aquí donde se forja el carácter, donde, parafraseando a John Donne, uno mira al abismo y el abismo le devuelve la mirada a uno, y donde uno decide consigo mismo de qué están hechos sus sueños. Si se es capaz de seguir adelante, uno comprende de repente que le quedan una infinidad de sufrimientos, que muchas de las personas en las que más confiará le acabarán traicionando, que nadie va a compartir tu visión íntima más que tú mismo y que por ello el resto de tu vida deberás liderar al resto de tu grupo (y esta tarea es agotadora, creedme), etc. Pero nunca pierdas el norte, nunca dejes de ver el horizonte a muy largo plazo, el fracaso o el éxito diario son dos impostores, como decía Kipling en su poema “if”. Es el objetivo final lo que cuenta, eso y sentirse satisfecho con uno mismo.

(Antonio Molina, Agrenvec)

Comentarios

14/06/2006 8:59 por Jose Angel M.Escribano

No cabe duda de que para pensar en aplicar la ciencia que uno hace se necesita una cierta predisposición. Tras años de duro trabajo, finalmente aparece algo que uno piensa que debería ser objeto de deseo por parte de la industria. Es entonces cuando uno saca del armario la corbata y se lanza a hablar con los directores de I + D de las empresas del sector. Interesante experiencia. Lo que a ti te parece que es obvio, no causa apenas impresión a estas personas, ni tampoco a los financieros a los que consigues llegar después de mucha insistencia y fundamentalmente por tu bagaje científico más o menos consolidado. Entonces tratas de analizar porqué si la comunidad científica da valor a tus desarrollos, la industria no lo hace. Entonces descubres dos cosas fundamentales. Primero que los responsables de I + D de las empresas españolas con ciertos niveles de facturación no son verdaderamente profesionales y acaban por no entender el alcance de las cosas. Segundo que tu eres incapaz de valorar el alcance económico de tus hallazgos y por tanto no entusiasmas al capital. Es una dura experiencia, pero sin duda se aprende y tanto aprendes que al final acabas decidiendo montar tu propia empresa. En España nos falta cultura empresarial tanto a los profesionales de la ciencia como a los de la industria, aunque parezca mentira, y dificilmente se puede vender un desarrollo que necesite un par de años para permitir poner un producto en el mercado.

Los problemas del científico metido a empresario son otros. Primero hay que convencer a las instituciones que generando una empresa tecnológica se justifica en gran medida la utilidad social de tu investigación, se crean puestos de trabajo y se genera tejido empresarial de alto valor. Los gestores solo miran si el asunto es legal o no y cuanto de tu tiempo dedicas a enriquecerte personalmente. Tus compañeros tampoco facilitan la tarea. Ceder espacio para una Spin-off cuesta más de un disgusto y el primero de sus pensamientos es que tu facturación se basará exclusivamente en la administración. Todo esto por un máximo legal de un 10% de acciones. Mi experiencia, a pesar de todo, no es mala. Te hace ver la ciencia con otra perspectiva y te reorienta las lineas de trabajo positivamente. En otras palabras, publicas mejor. Consolida en el exterior tu imagen de científico y quizás algún día dignifique un salario absolutamente miserable para los estandares internacionales que aplicarían a un doctor, con estancias fuera de tu país, con un número considerable de publicaciones científicas y que es capaz de hablar a un auditorio unas cuantas veces cada año, incluso en otros idiomas diferentes al que utilizas para hablar a tus vecinos. Ahora se hacer un plan de negocio y reconozco mejor la parcela de investigación que tiene un valor social. Me gustaría que los posdoctorales de mi entorno se entusiasmaran de igual manera y tuvieran la misma ilusión, pero en el fondo los propios científicos no creen en muchos casos que sea posible obtener beneficios sociales y económicos de su trabajo. Habrá que recorrer mucho trecho en España hasta que se implante una cultura empresarial basada en el conocimiento. Espero que con el esfuerzo que cada vez más científicos hacemos en este sentido lo aprovechen las nuevas generaciones y vean como natural crear una empresa a partir de sus descubrimientos.