WikiJuanan: ArteMenteYCerebro/Introducción

INTRODUCCIÓN

Estructuras y símbolos

Veinte años atrás la psicología aparecía como un campo más bien

remoto y estéril para las personas interesadas en el uso pleno y crea-

tivo de la mente. Este campo abarcaba tres especializaciones poco

estimulantes. Estaba la psicología académica, que incluía el empleo

de ingeniosos aparatos de laboratorio para estudiar la percepción de 

ilusiones ópticas o la memorización de largas listas de sílabas sin 

sentido. Esa clase de estudios guarda escasa relación con la conside-

ración de la actividad pensante del ser humano. Estaba también el 

conductismo, que era el enfoque surgido del trabajo con ratas y pa-

lomas. Los conductistas sostenían que los hombres actuamos del 

modo en que lo hacemos porque los refuerzos que recibimos nos in-

ducen a ello. Puesto que se centraban en la actividad manifiesta, es-

tos estudiosos negaban la vida interior: no había pensamientos, ni 

fantasías, ni aspiraciones. Por último, estaba el psicoanálisis, que 

ofrecía no sólo un método discutido de tratamiento, sino también

una teoría englobante de la naturaleza humana. Si bien el psicoaná–

lisis tenía una grandeza y una profundidad de las que carecían tanto

la psicología académica como el conductismo, ponía el acento en la

personalidad humana y en la motivación inconsciente, al tiempo que 

decía muy poco acerca de los procesos del pensamiento racional o de

la resolución consciente de problemas.

La revolución cognitiva se produjo en dos etapas. Primero llegó

el franco reconocimiento de que se podía —y se debía— tomar en 

serio los procesos mentales del hombre, incluyendo el pensamiento,

la resolución de problemas y la creación. El estudio de la mente re-

cobró su estatus científico. En segundo lugar, varios investigadores

demostraron que los procesos del pensamiento se caracterizaban

por una regularidad y una estructuración considerables. No toda la 

actividad pensante era observable, ni esos procesos cognitivos po-

dían en todos los casos asociarse a estímulos externos o confirmarse

por medio de la introspección. Pero los procesos del pensamiento

tenían una estructura, y el analista riguroso podía ayudar a descu-

brirla.

Muchos de los que estudiábamos ciencias de la conducta en la dé–

cada de 1960 nos vimos arrastrados —y continuamos sintiéndonos

inspirados— por esta revolución. A algunos los atrajo particular-

mente la programación de computadoras y la inteligencia artificial, o 

sea el diseño de máquinas inteligentes. Para otros, el aliciente radica-

ba en la posibilidad de efectuar cuidadosos experimentos de labora-

torio con los cuales se podían rastrear, en cada milésima de segundo,

los procesos mentales de un individuo en momentos en que resolvía

un problema de multiplicación, o razonaba a través de un silogismo

lógico, o hacía rotar in mente la imagen de una forma geométrica.

Aun otros eligieron rumbos que pasaban por la pedagogía, por la 

antropología o por las neurociencias. En mi caso particular, me inte-

resó especialmente el enfoque de la mente propuesto por los estruc-

turalistas que estudiaban los aspectos cognitivos de varias ciencias

sociales.

En el primer conjunto de ensayos de este libro, dejo sentado el 

supuesto fundamental de este enfoque estructuralista, según lo 

ejemplifican el psicólogo del desarrollo Jean Piaget, el lingüista

Noam Chomsky y el antropólogo Claude Lévi-Strauss. Estos pen-

sadores comparten la convicción de que la mente funciona de acuer-

do con reglas específicas —a menudo inconscientes— y que estas re-

glas pueden indagarse y hacerse explícitas por medio de un examen

sistemático del lenguaje, las acciones y la capacidad de resolver pro-

blemas del hombre. Hay muchas diferencias curiosas entre los enfo-

ques de estos tres maestros, y he analizado varias de ellas. Pero en las

obras de los tres se encuentra una unidad de criterios sorprendente

(y reconfortante) acerca de cómo es la mente y cuál es la mejor for-

ma de describirla a efectos científicos.

El enfoque estructuralista de la mente tiene limitaciones. Las que

me resultan más pertinentes, dado mi interés en el conocimiento ar-

tístico, derivan de la índole esencialmente cerrada de los sistemas es-

tructuralistas. Si bien el pensamiento creativo no ha escapado a su

atención, cada uno de los principales estructuralistas cognitivos con-

sidera las opciones del pensamiento humano como preordenadas de 

algún modo, como limitadas de antemano. Esto hace que su obra re-

sulte particularmente problemática a efectos de aplicarla a un estu-